La tempestad de Giorgione y las lecturas de sus enigmas

La tempestad de Giorgione y las lecturas de sus enigmas

La tempestad de Giorgione y las lecturas de sus enigmas

Por Mariana Castañeda Mosquera

A

lo largo de los años, se han desarrollado múltiples métodos de identificación de imágenes con el objetivo de descubrir los significados que se les ha sido otorgado a las obras de arte, para así fortalecer el estudio y registro de estas. No obstante, algunas piezas dificultan esta labor al tener múltiples significados dependiendo del punto de vista desde el que se observen y el espectador que estas tengan, pues se prestan a diversas interpretaciones que, hasta cierto punto, parecen lógicas. El presente ensayo tiene el objetivo de analizar la obra de La Tempestad de Giorgione según el método iconográfico e iconológico, siguiendo la referencia de dos autores, Ross S. Kilpatrick y Stephen J. Campbell, quienes han hablado de la posible significación de la obra previamente, a la luz del relato bíblico de Agar e Ismael, y la poesía de Lucrecio, respectivamente. Aunado a esto, se tiene también la intención de determinar qué aspectos son los que hacen que un análisis sea adecuado y, según los ejemplos abordados, qué otros aspectos específicos se necesitarían para que alguno de estos fuera considerado como idóneo, para así poder establecer cuál de estos dos textos podría tener la teoría más viable para comprender la enigmática obra de Giorgione. 

En primer lugar, la obra, pintada hacia 1508, ha sido ampliamente estudiada a lo largo de los años por las diversas interpretaciones que ha recibido, las cuales se deben principalmente a la ambigüedad que presentan los personajes que aparecen en la pintura. Para conocer un poco más sobre su autor y contexto, Giorgione fue un artista del Alto Renacimiento, cuyo estilo artístico fue una de las bases para el cambio en el manejo de la pintura que artistas previos a él, como Giovanni Bellini, habían trabajado, lo cual resultó ser un gran atractivo para los coleccionistas de arte. Además, el arte de Giorgione es un gran foco de atención para los historiadores del arte, pues la obra analizada en este ensayo no resulta ser la única cuya narración es difícil de interpretar. El artista acostumbraba a no firmar sus obras, no datarlas específicamente y tampoco llevar un registro exacto que documentara el encargo, por lo que situarlas en un contexto específico que explique por qué la obra fue realizada de esa manera y qué representa es muy complicado. Según Brown y Ferino-Pagden: “No dejó ningún cuadro firmado, y sólo uno lleva una fecha fiable. De las dos únicas obras documentadas, una sobrevive como un fragmento casi totalmente borrado, y la otra se ha perdido sin dejar rastro”[1]. Por otro lado, el contexto en el que la obra fue realizado, está caracterizado por la fuerte tendencia hacia el Humanismo y el interés por la Antigüedad, lo que llevó a que el desarrollo de la cultura, especialmente la apreciación por la poesía antigua, fuera uno de los mayores temas de interés. 

Para el análisis de la obra, algunas imágenes importantes que se deben tener en cuenta al verla que podrían tener un significado particular que aporte a uno general, son la mujer con el bebé a la derecha del cuadro, el hombre con la lanza a la izquierda, el muro al lado del hombre, los edificios y civilización en el fondo, el puente, la naturaleza rodeando a los personajes, los símbolos en la parte superior de los edificios al final y detrás del centro del puente y, por último, la tempestad. En este caso de estudio, resulta muy conveniente el método iconográfico e iconológico, pues la complejidad de la pintura por la abundancia de elementos dentro de esta y la ambigüedad del autor hacen que requiera de un análisis que vaya mucho más allá de lo formal y se enfoque también en el contenido que podría ser relacionado a un relato específico. En los dos textos que se presentarán enseguida, los autores toman rutas distintas para el análisis y, por ende, abordan las imágenes de forma variada, incluso tratándose de las mismas en ambos casos. 

El primer texto, “Hagar and the Angel”[2], escrito por Ross S. Kilpatrick, hace una aproximación al problema de investigación desde relatos bíblicos, específicamente, el de Agar e Ismael que aparece en Génesis 16 y Génesis 21. El autor explica, guiándose por Génesis 16, que Abrán y Saray[3] no podían tener hijos por su avanzada edad, por lo que Saray decide darle a Abrán su esclava egipcia, Agar, para que pueda iniciar su descendencia. Luego de que Agar queda embarazada, esta resiente a Saray por haberla dado para que quedara en embarazo, lo cual le molesta a Saray y lleva a que le de un mal trato a Agar y que tenga que escapar. Cuando se encuentra en el desierto en medio de su escape, un ángel enviado por Dios la encuentra junto a un manantial de agua y le insiste en regresar para tener a Ismael. Asimismo, el autor afirma que Giorgione combinó esta narración con Génesis 21, donde Agar e Ismael son expulsados por Abrahán bajo la insistencia de Sara, pues le molestaba ver al hijo de una esclava con su verdadero hijo Isaac, el cual fue concebido después de Ismael por acción de Dios. Cuando Agar se encuentra en medio del desierto de Berseba con Ismael, teme que su hijo muera de sed y lo deja bajo un arbusto para evitar verlo morir, donde llora incontrolablemente. Sin embargo, Dios escucha el llanto y envía un ángel que le promete a Agar una gran descendencia si salva al niño y pone un pozo junto a los dos para que puedan vivir. 

Kilpatrick relaciona el hombre a la derecha con la lanza con el ángel del relato, más específicamente, el Arcángel Miguel, quien normalmente es representado como un soldado con una lanza o palo alto y relaciona a la mujer y al bebé con Agar e Ismael en el momento que son encontrados por el ángel cuando Agar teme que mueran de sed. Asimismo, explica que la escena no sucede en el desierto como lo dice el relato, pero resalta el cuerpo de agua atrás de los personajes y lo relaciona con el manantial de la narración y dice que el muro podría ser una referencia a la palabra en hebreo “ur” que significa pared, pues en el relato dice que se encuentran junto al camino hacia Ur[4]. También, menciona que el ave que se ve en el techo en el fondo podría ser una referencia a la proveniencia de Agar y que el trueno sugiere la presencia divina de Dios al enviar al ángel: “Lejos de parecer una amenaza, la iluminación sería la voz y la apariencia de Dios confirmando su pacto con la doncella egipcia de Sarai, sus orígenes sugeridos por lo que podría ser el ibis blanco posado en el tejado del edificio en el extremo derecho del puente”[5].  

En esta interpretación, el autor no profundiza mucho en el significado de las edificaciones en el fondo, lo cual es un punto importante a considerar, pues en el relato especifica en ambas ocasiones que se encuentran en el desierto. Además, Kilpatrick no toma en cuenta otros aspectos como el puente, los símbolos en los edificios, la civilización, la inconsistencia con las edades del bebé y no profundiza en la naturaleza, lo cual hace que su versión del cuadro concuerde con ciertos aspectos, pero no en su totalidad. Para que este análisis sea considerado como una versión más cercana al cuadro, tendría que mencionar todos los elementos y asegurarse de hacer concordar la temporalidad de lo que sucede en el cuadro –la edad del niño– y lo que sucede en el relato –el estado de embarazo de Agar y la expulsión de Ismael siendo un niño y no un bebé–. 

Por otro lado, Stephen Campbell en su artículo “Giorgione’s “Tempest”, “Studiolo” Culture and the Renaissance Lucretius”[6], hace su lectura a partir de la poesía de Lucrecio, la cual era comúnmente leída durante la época de Giorgione y se basa en algunos fragmentos del libro y características de la época renacentista para entender la obra como el mundo que presenta Lucrecio en De rerum natura[7]. Campbell afirma que durante el tiempo en el Giorgione pintó el cuadro había un gran interés por la poesía antigua y se querían rescatar algunos de los valores en esta, por lo que resultaría normal que alguien hubiera comisionado un cuadro con esta temática al artista renacentista. En específico, una de las temáticas favoritas de los encargos fue la de los poemas pintados, pues se comprendía la poesía como una expresión que podía estar cargada de significados profundos y que a la vez traía gran satisfacción y bienestar a su lector. Para el autor, Giorgione fue comisionado con este cuadro de la poesía de De rerun natura e insertó algunos elementos que se pueden relacionar directamente con la narración. Las imágenes en las que se centra este autor son la mujer con el bebé, el hombre con la lanza y la tempestad, haciendo una relación dirercta con la sociedad de la época y los valores éticos alentados por Lucrecio. 

Primero, la mujer se puede relacionar con la diosa Venus, quien en la poesía de Lucrecio aparece múltiples veces como una mortal, pero también se puede relacionar – y de manera más fiel al texto– con una representación de los seres humanos que vivían como primitivos, debido a sus inclinaciones filosóficas como epicúreos. Teniendo en cuenta lo anterior, el cuerpo desnudo de la mujer correspondería a la descripción del Libro 5 de De rerum natura, en donde se habla de: “la raza humana viviendo en la naturaleza, buscando comida al desnudo y durmiendo en el suelo como las bestias, escondiendo su "squalida membra" en el sotobosque cuando tenían que protegerse del viento y la lluvia”[8]. De la misma manera, el autor explica que el hombre podía ser interpretado como: “un "epicúreo" contemporáneo que ha abandonado la ciudad para buscar la verdad en el punto donde la civilización deja paso a la naturaleza”[9]. Además, dice que, debido a su vestimenta, se puede relacionar con una persona deambulante en busca de una aventura: “La figura del vagabundo, cuya vestimenta muestra signos de sofisticación urbana, se ha embarcado en una literal "marcha más allá de los muros" (los muros iluminados con rayos incandescentes pueden incluso manifestar una alusión a la flammantia moenia mundi con la que Lucrecio designa el reino terrestre)”[10]. Por último, Campbell explica la tormenta desde los valores que alentaba el poeta en sus textos, al explicarla como un fenómeno natural, no relacionado a ninguna fuerza divina, que estaba allí solamente para la contemplación por parte de los humanos, quienes debían mostrar completa ecuanimidad ante una manifestación del poder de la naturaleza. 

En esta interpretación de la obra, Campbell toma tres de la imágenes y las explica a fondo, pero otras de ellas como la ciudad en el fondo, a pesar de no ser explicadas a profundidad, se pueden relacionar con aspectos de los otros elementos que les dan el sentido, como la ciudad de la que se aleja el epicúreo. Asimismo, es importante resaltar que este autor se enfoca bastante en la coyuntura y los intereses de la época en la que Giorgione realizó la pintura, no centrándose únicamente en lo que dice el relato. Para que este análisis fuera más completo, sería interesante si el autor especificara el papel de otros elementos como el muro o el puente, aparte de las relaciones que se pueden hacer a partir de las otras imágenes. De la misma manera, se fortalecerían sus argumentos si mostrara otros casos en los que se hayan establecido relaciones con Lucrecio de la misma manera como – supuestamente–  lo hizo Giorgione en esta pintura.  

 El mayor contraste que se puede ver entre los dos autores es la manera en la que el primero se enfoca exclusivamente en el relato y no profundiza sobre el contexto, limitándose a un análisis iconográfico, y como el segundo se enfoca en el contexto de Giorgione y lo relaciona con poesía que había sido escrita mucho antes de la producción de la obra. Así mismo, otro aspecto importante que se debe resaltar es el hecho de que el primer autor no presenta muchos argumentos respecto a la tempestad más allá de la presencia de Dios, la cual es relevante ya que es el título del cuadro, mientras que el segundo autor la relaciona con todos los elementos relacionados al epicureísmo que había presentado previamente. A pesar de estas diferencias, ambos autores tienen un punto en común dentro de sus textos, el cual es la limitación a fuentes literarias para el análisis de la obra. Para que ambos textos se pudieran considerar como más adecuados para una interpretación con sentido se deberían también tener en cuenta las fuentes pictóricas que Giorgione pudo utilizado como guía para su obra. De esta manera, el análisis también sería más congruente con el contexto del artista permeado por la influencia de otros pintores. 

Teniendo en cuenta todo lo mencionado anteriormente, el segundo texto podría aportar una solución lógica al enigma más acertada según el entorno de Giorgione, los intreses del público, las intenciones de los coleccionistas renacentistas y la sociedad en la que nace la obra. Para que la interpertación fuera ideal, como se mencionó anteriormente, sería relevante si el autor tuviera imágenes de otros artistas que hayan usado a Lucrecio como su texto de referencia, para poder hacer la comparación y que desde el método iconológico, se pueda determinar cuál era el papel de esta pintura en su contexto. A pesar de que no se puede llegar a una respuesta con certeza, el método iconográfico e iconológico definitivamente enriquece la obra con un contenido mucho más completo, que va más allá de una pintura que formalmente está muy bien realizada y presenta una escena con elementos que no presentan ninguna relación aparente.  

Para concluir, en este caso, un análisis contextual y formal permite que la obra pueda ser situada de manera lógica en medio del trabajo de un artista engimático, en lo que el método abordado resulta ser bastante útil. Finalmente, no se puede tener certeza sobre qué significan las obras exactamente, pero métodos como estos son los que hacen que la disciplina de la historia del arte se enriquezca y permiten que cuando se mire al pasado a través de estas obras, se pueda ver mucho más allá de una excelente técnica para llegar a comprender el pensamiento del hombre y la manera en la que se veía el mundo. 

Giorgione (c. 1477-1510), La tempestad, 1508. Óleo sobre lienzo, 82 x 73cm, Galería de la Academia, Venecia, Italia.

Referencias y bibliografía

[1] Brown and Ferino-Padgen, Bellini, Giorgione, Titian and the Renaissance of Venetian Painting, 42.

 

[2] Kilpatrick, «Hagar and the Angel in Giorgione’s “Tempest”,» 81-86.

 

[3] Aparecen en Génesis 16 como Abran y Saray. En Génesis 17, Dios cambia sus nombres a Abrahán y Sara.

 

[4] Antigua ciudad de Mesopotamia.

 

[5] Kilpatrick, Op. cit., p.84.

 

[6] Campbell, «Giorgione’s «Tempest,» «Studiolo» Culture, and the Renaissance Lucretius,» 299-332.

 

[7] Poema didáctico de Lucrecio escrito en el siglo I a.C., dedicado a la comprensión del mundo y el ser humano en él.

 

[8] Campbell, Op. cit., p.324.

 

[9] Ibíd., p.320.

 

[10] Ibíd., p.320.

 

 

Campbell, Stephen J. «Giorgione’s «Tempest,» «Studiolo» Culture, and the Renaissance Lucretius.» Renaissance Quarterly 56, no. 2 (2003): 299-332. https://doi.org/10.2307/1261849.  

 

Brown, David Alan, and Sylvia Ferino-Padgen. Bellini, Giorgione, Titian and the Renaissance of Venetian Painting. Washington: National Gallery of Art, 2006.  

 

Kilpatrick, Ross S. «Hagar and the Angel in Giorgione’s “Tempest”.» Artibus Et Historiae 18, no. 36 (1997): 81-86. https://doi.org/10.2307/1483600. 

 

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