El traje nacionalista Latinoamericano en el siglo XIX: la Nueva Granada y México como muestra del dilema entre el amor por la moda europea y la búsqueda de lo propio

El traje nacionalista Latinoamericano en el siglo XIX: la Nueva Granada y México como muestra del dilema entre el amor por la moda europea y la búsqueda de lo propio

El traje nacionalista Latinoamericano en el siglo XIX: la Nueva Granada y México como muestra del dilema entre el amor por la moda europea y la búsqueda de lo propio

Por Gabriella Jaramillo Arciniegas

1.  Anónimo, Filomena Carrizosa Sarmiento, ca. 1845, óleo sobre tela, 79 x 65 cm, Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU) Bogotá, | Ver más

El vestuario en la América Latina a lo largo del siglo XIX puede evidenciar una serie de relaciones sociales y culturales muy ricas y complejas, pues los países Latinoamericanos en esta época van a empezar a establecer un traje ‘típico’ que tiene como ejemplo el vestir del continente europeo. Este depende de los países con los que cada región tuvo más contacto durante la colonia y las guerras de independencia, por lo que va a predominar el gusto por el traje español. Lo interesante es que cada territorio de América Latina acopla de maneras diferentes este ideal del vestir europeo y lo somete a una serie de transformaciones autóctonas de cada región. Por consiguiente, la idea que pretendo defender, y el propósito de esta investigación, es demostrar que existen evidentes similitudes entre el traje latinoamericano y el traje europeo del siglo XIX, y que esto demuestra un idealismo y amor por la cultura europea, al tiempo que los cambios y alteraciones únicas de cada territorio corresponden a la constitución de un traje nacionalista y ‘propio’ de cada región.

Ahora, al ser el territorio de América Latina tan extenso, decidí delimitar este ensayo a la investigación de las transformaciones del traje en solo dos territorios. Estos son México y la Nueva Granada. Decidí concentrarme en estas regiones específicas por las siguientes razones: Mi experiencia personal y cercanía con los territorios, y la suntuosidad de estudio sobre vestuario e identidad en estos casos específicos. En primer lugar, y el caso en el que más me voy a concentrar, es a la Nueva Granada. Seleccioné este territorio, en principio, porque es un contexto cercano a mi realidad actual y porque su situación específica de mestizaje y de jerarquía social es particular dentro Latinoamérica. Esto, además, es un factor determinante de las transformaciones que sufre el vestuario dentro de la región, generando una serie de reflexiones muy ricas y sustanciales. [1] Por otro lado, elegí México, porque es la única región donde se pueden encontrar unos contactos extranjeros más complicados que en las demás naciones del territorio. Esto genera que podamos ver un gusto en el vestir que se acercaba más a los modelos parisinos, que a lo que se usaba en España, y una mezcla muy singular de la cultura europea colonizadora con la indígena precolonial.

No obstante, antes de poder entrar en detalle con las transformaciones del traje europeo en cada una de estas naciones, debemos entender el porqué de este fenómeno. Lo primero que debemos comprender, es que la moda y el capitalismo, de la mano con las clases y la diferenciación social, son conceptos inseparables.[2] Esto ocasiona que el vestuario tenga la particularidad de generar tanto diferenciación, como homogeneización entre grupos sociales y culturales.  Eso es posible, ya que, según el filósofo Gilles Lipovetsky, la moda sigue un sistema de difusión basado en el mimetismo, haciendo que se imite dependiendo de la jerarquía social:

Los decretos de la moda consiguen extenderse gracias al deseo de los individuos de parecerse a aquellos a quienes se juzga superiores, a aquellos que irradian prestigio y rango. En la base misma de la difusión de la moda se halla el mimetismo del deseo y de los comportamientos, mimetismo que, en los siglos de la aristocracia y hasta fechas recientes, se propagó esencialmente de arriba a abajo, del superior al inferior. [3]

Es decir, la moda se debe entender como un sistema original de regulación y presión social que genera distinción entre grupos sociales y culturales. Además, eso también se debe asimilar como una estructura sociocultural que permite la diferenciación regional. [4] Al permitir la diferenciación entre grupos sociales de un territorio, también permite la exclusión de ese territorio frente a otros aparentemente similares. Por ejemplo, los diferentes terrenos de una región condicionan tanto el movimiento del cuerpo, como el cultivo de materiales para la producción textil.[5] Esto puede modificar o ‘mutar’ el vestuario hasta adaptarlo a las particularidades de una región. A partir de ello, aparece la creación de ‘subculturas’ a partir del vestuario. [6]  Es decir, se empiezan a formar diferenciaciones cada vez más minuciosas entre miembros de una sola sociedad o cultura superlativa. Todo esto es lo que permite la formación de la moda nacional en América Latina durante este periodo de tiempo.

Con esto en mente, lo más lógico sería empezar por lo que se consideraría el ‘superior’, a quien se intenta imitar y quien impone la moda durante el siglo XIX en América Latina, pues es a partir de esta cabecera en la jerarquía social que van a aparecer cambios en el vestuario según la región. En este caso, el traje a admirar y mimetizar es el europeo, específicamente el traje español. La moda que predominaba en todo el continente a finales del siglo XV e inicios de la segunda mitad del siglo XVII, fue precisamente la moda de España. Durante este periodo, la aristocracia española no solo determinaba el vestir de la población europea, sino que estableció la moda nacionalista española que perduraría a través del tiempo. Esta moda nacionalista plantea unas bases de estilo que se mantienen inmutables en España, incluso cuando quien determine la tendencia sea otro territorio. [7] El ‘vestir a la española’ se puede definir como un estilo en el que predominan los tejidos de color negro (u oscuros), la ornamentación y los encajes, y el uso de una indumentaria que tiende a aprisionar el cuerpo, reduciendo los movimientos y defendiendo la noción de ‘pudor’.[8] Ahora, durante el inicio del siglo XIX, quien impuso la moda en el viejo mundo fue Francia: “La evolución del traje en Europa y su repercusión en América se vieron alterados por los afectos de la Revolución Francesa; Francia, centro mundial de la moda, expresaba con el vestido la existencia de una nueva relación entre el individuo y la sociedad y eran los jóvenes quienes asumían el cambio.” [9] Este nuevo vestuario ‘a la francesa’ tomaría las influencias inglesas de un vestido anatómico, sencillo e higiénico, inspirado en la corriente neoclasicista de ese momento, [10] pero se mantendrá la esencia española y la diferenciación cultural entre regiones, incluso bajo este nuevo régimen de la moda.

Teniendo en cuenta esta relación de poderes y de cambios en el vestir europeo, es posible analizar la influencia de este traje en América Latina.  La América española estaba condicionada por el vestir de sus colonizadores, no solo por el componente cultural del sistema de difusión que plantea Lipovetsky, sino porque la ley obligaba al pueblo americano a vestir de cierta forma: “La corona circunscribió a sus representantes el uso de ciertas prendas o signos de mando, determinó las ropas que podían usar los blancos, las permitidas a los negros, exigió a los religiosos el uso de los vestidos propios de su estado y autorizó a las mujeres públicas atuendos y trajes acordes con su oficio” [11]. Este tipo de control sobre la vestimenta de toda Latinoamérica mantuvo cierta uniformidad entre los trajes de las diferentes regiones, por lo que es con las guerras de independencia y la separación política entre las naciones americanas y la corona española que se puede empezar a hablar de un traje propio para cada una de estas.

Iniciemos con la Nueva Granada. En primer lugar, debemos comprender el orden socioeconómico del vestir neogranadino antes de la independencia: la indumentaria de los esclavos, en principio, dependía exclusivamente de la generosidad de sus amos; el traje de la creciente población mestiza popular consistía en “pobrísimas versiones de la moda española” hechas con materiales locales; y el vestido de las clases altas (españoles, criollos, y los mestizos de buena condición) era realmente el mismo que se usaba en el viejo mundo. La vestimenta de la gran mayoría de la población no cambia mucho durante todo el siglo, pero el traje de los criollos, ahora independientes, se somete a varios cambios tan inciertos como el ambiente político y social del momento: “Dice José Manuel Groot que después del primer grito de Independencia las mentes quedaron tan confusas como el vestuario.” [12] Mientras unos pocos recortaban las coletas, los pantalones y las faldas, la mayoría perpetuaba su viejo traje de ideales monárquicos, en gran parte porque la escasez tampoco permitía un cambio radical en la indumentaria. Es cerca de 1820, cuando está consolidada la Independencia de las Repúblicas Americanas que podemos empezar a contemplar una moda nacional y la clara influencia española que perdura en el territorio. [13]

En la Nueva Granada del siglo XIX, una vez se apacigua esta confusión en el vestuario, lo que vamos a poder presenciar es que el traje masculino empieza a tener un interés que no se había visto antes, pues “los nuevos ciudadanos con altas capacidades adquisitivas debían vestir con lujosa indumentaria de tal manera que el poder se reflejara no solo en sus decisiones sino también en sus trajes” [14]. A partir de este pensamiento aparecen prendas como el frac, el pantalón de paño, el chaleco de piqué, los botones de metal dorado, guantes de cabritilla y sombrero de copa. Todos estos elementos eran el ‘último grito de la moda’ europea y básicamente en eso consistía el vestuario criollo masculino, además de unas pocas prendas ‘típicas’ de la región como el sombrero ‘a la Bolívar’ [15]. El traje femenino, en cambio, mantuvo su carácter colonial durante la mayor parte del siglo. Este traje de La Colonia, absolutamente influenciado por la majestuosidad y las implicaciones morales del traje ‘a la española’ que mencioné anteriormente, favorecía el ocultamiento de un cuerpo considerado naturalmente “pecaminoso”. [16] Lo que más nos demuestra la exaltación del gusto español sobre cualquier otra cosa, es que en la Nueva Granada no se ven los escotes, ni la misma cantidad de piel que en otras regiones. Mucho menos, se pierde el uso del corsé en el siglo XIX.[17] Mientras quienes se mantenían fieles a las tendencias francesas utilizaban el traje de corte imperio, [18] las mujeres neogranadinas decidieron seguir con el ‘pudor’ y la indumentaria, aprisiona el cuerpo y que no permitía respirar con libertad, del traje ‘a la española’.  Esto es claro de ver en el aparatoso, pudoroso y ornamentado traje de Filomena Carrizosa Sarmiento [Figura 1].

Sin embargo, esto no significa que todo el vestuario neogranadino se mantuviera estancado en la colonialidad. La libertad de la falta de uniformidad entre virreinatos y colonias que trajo la independencia tiene una evolución muy particular en la Nueva Granada. Esto se manifiesta en una cierta conciencia y apropiación de la diversidad racial y el extenso mestizaje que se observa en el territorio, y ciertas leyes ‘no escritas’ que aparecen para controlar el vestir, especialmente de las mujeres, en esta nueva nación: “Era frecuente que las mujeres adultas usaran trajes oscuros, mientras que las más jóvenes se decidían por el color amarillo si eran morenas; las rubias, por el azul; las pálidas, por el negro; las sonrosadas, por el blanco; las altas, por las telas rayadas que las hagan ver altas; las medianas de estatura, por el escote, para hacer lucir las bellas formas…” [19] Demostrando el control social que se podía ejercer a partir del vestuario dentro de una nueva nación independiente y democrática que seguía teniendo prácticamente las mismas jerarquías coloniales.

México, por otro lado, es uno de esos lugares que sufrió la influencia francesa que dominaba todo el continente europeo sin tantas restricciones culturales como los Neogranadinos. Aunque, el caso de las transformaciones del vestuario mexicano del siglo XIX tiene una serie de relaciones políticas un poco más complicadas. Primero, sufre una ‘culturización hispánica’ por tres siglos desde la conquista. [20] Luego, se ve expuesta a una fuerte influencia francesa con el movimiento cultural que generan las guerras Napoleónicas [21] y el Segundo Imperio mexicano, cuando el territorio queda constituido como un ente subordinado del Imperio Napoleónico. Esto ocurre tras la Intervención francesa y la llegada de sus tropas a la región, las cuales se mantuvieron allí hasta la disolución del imperio con la Guerra franco-prusiana.[22] Finalmente, sufre la influencia del expansionismo norteamericano que, a su vez, trae consigo un fuerte predominio de la cultura británica. Todo esto, antes de alcanzar la independencia y empezar su búsqueda por lo ‘propio’.

Con esto en mente, lo más relevante sobre la apropiación europea del traje en este territorio es que se va a poder percibir como México apropia con menos restricciones de carácter moral el traje francés: “la moda de las clases acomodadas en nuestro país era de gusto afrancesado; de hecho, buena parte de la ropa que utilizaban se traía de Europa, principalmente de París” [23]. El vestido mexicano marca mucho más el escote, acorta las mangas y usa telas más claras que el neogranadino. En general, es un traje que se acerca mucho más al estilo Imperio que define la moda europea del siglo XIX. Aun así, vemos que, de forma similar al territorio de la Nueva Granada, se mantiene la indumentaria apretada e incómoda del vestir ‘a la española’ pues, las mujeres mexicanas tampoco lograron deshacerse del corsé, [24] tal como se puede evidenciar en el traje descubierto, pero encorsetado de Leonor Rivas [Figura 2].

A diferencia de la mayoría de las regiones Latinoamericanas que sufren cambios casi inexistentes en su vestuario indígena durante este siglo, el carácter ‘propio’ y ‘típico’ que va a aparecer en su vestimenta después de la Independencia nace precisamente de estas comunidades. El traje indígena que se llevaba antes de la colonia ve cuestionada su legitimidad y su tradicionalidad con la llegada de los españoles y la opresión que esta trae consigo, específicamente con el caso del Huipil. [25] Este tipo de prenda [26], va a empezar a sufrir una serie de transformaciones que no son solo indumentarias, sino que lo que antes se usaba casualmente, pasa a ser un símbolo de resistencia, de pertenencia y de ritualidad: “Eso no es lo mismo que decir que están [los huipiles] desapareciendo por completo. Pero se está volviendo menos una forma de vestimenta diaria y más una insignia (…) Tiendo a estar de acuerdo en que el huipil puede sufrir una transformación, pero me siento alentada porque así es como parecen sobrevivir los textiles tradicionales.” [27] Estos elementos desembocan en la idea de creación de identidad y de la noción de lo ‘propio’ a la hora del vestir. Es entonces, que vemos como esta vestimenta se combinaría con lo europeo, sea francés, inglés o español, para generar lo ‘mexicano’.

Para retomar, ya vimos que hay evidentes similitudes entre el traje latinoamericano y el traje europeo del siglo XIX. No solo eso, sino que hay elementos del vestir ‘a la española’ del Siglo de Oro en España que perduran hasta finales del siglo XIX en América Latina, incluso cuando en Europa primaba la moda francesa. Esta peculiaridad demuestra un idealismo y amor por la cultura europea. El hecho que ninguna de las regiones discutidas haya apropiado el vestido de este siglo sin usar corsé, demuestra lo arraigada que estaba la manera de vestir española en las colonias, incluso después de la independencia. De igual forma, esta necesidad de consolidar un pueblo independiente, que se vistiera como tal, logró generar cambios y alteraciones únicas de cada territorio que terminan correspondiendo a la constitución de un traje nacionalista y ‘propio’ de cada región. Las leyes de vestimentas para cada tipo de persona en la Nueva Granada, al tiempo que esto generaba mutaciones en la ropa para ajustarse a su población, junto con su modo de interpretar la noción de pudor; y la mezcla entre el vestir europeo e indígena en México consolidaron el estilo y la moda de las naciones que hoy conocemos.

Bibliografía

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[1] La Nueva Granada fue un territorio eminentemente mestizo, donde estas mezclas entre razas abrirán espacio a una forma de vestir que responde directamente a esta condición. Juana María Reyes Alvares, “El traje y la otra historia de la mujer”. Historia Crítica, no. 9 (1994): 41-42 https://doi.org/10.7440/histcrit9.1994.05
México, por otra parte, pasó no solo por una ocupación española, sino por una francesa y norteamericana, lo que se refleja en su creación de identidad a partir del vestuario. “Hilos de Historia: Colección de indumentaria del Museo Nacional de Historia”. Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2015, Consultado octubre 16, 2021 https://www.inah.gob.mx/multimedia/hilos_mnh/moda_porfirismo/modaporfirismo.html
Ambos aspectos se tratarán más a fondo posteriormente en el texto.
[2] Gilles Lipovetsky, El imperio de lo efímero: La moda y su destino en las sociedades modernas (Barcelona: Editorial Anagrama, 1990): 42 – 50
[3] Ibid., 42.
[4] Ibid., 46.
[5] Patrick Aspers y Frédéric Godart, “Sociology of Fashion: Order and Change.” Annual Review of Sociology 39 (2013): 177. http://www.jstor.org/stable/43049631
[6] Ibíd., 178.
[7] Viendo el Sistema de difusión que plantea Lipovetsky, en Europa, la región que determina la moda del momento es aquel territorio con más poder. En estos casos hablamos de poder político y económico, por lo que, durante el Siglo de Oro Español, la región a imitar es España, pero durante el siglo XIX es Francia.
[8] Mercedes Simal López, “[Spa] La moda española del siglo de Oro.” Los Libros de La Corte. no. 0. (2021) https://doaj.org/article/a0050406260843febd2acdd2f21446dd
[9] Aida Martínez Carreño, La prisión del vestido: Aspectos sociales del traje en América (Bogotá: Planeta Colombiana Editorial, 1995), 48-49
[10] Ibíd., 49-50.
[11] Ibíd., 39.
[12] Ibíd., 51.
[13] Ibíd.
[14] Laura Buitrago, “La moda en el siglo XIX: Pantalón corto, corbata a la moda: ¿por qué nos vestíamos así?” Archivo de Bogotá: Secretaría General – Alcaldía Mayor de Bogotá, junio 2018. Consultado octubre 27, 2021 https://archivobogota.secretariageneral.gov.co/noticias/la-moda-siglo-xix
[15] El sombrero ‘a la Bolívar’ corresponde a un tipo de sombrero de ala ancha y un poco levantada. Se entiende como símbolo de emancipación triunfante para protestar cintra la restauración borbónica. Martínez Carreño, La prisión del vestido, 51-52:
[16] Buitrago, “La moda en el siglo XIX: Pantalón corto, corbata a la moda”
[17] Ibíd.
[18] El estilo ‘Imperio’ reclama las líneas clásicas. Este tipo de vestido expresa una elegante simplicidad que evoca la Grecia Antigua. Se caracteriza por una línea vertical, corte debajo del pecho, un escote muy pronunciado y mangas cortas. Originalmente, se utilizaba sin corsé.
[19] Reyes Alvares, “El traje y la otra historia de la mujer”, 41-42
[20] Bernabé Navarro, “La Cultura Mexicana Frente a Europa.” Historia Mexicana 3, no. 4 (1954): 553 http://www.jstor.org/stable/25134347
[21] Ibíd., 559
[22] Ismael López Domínguez, “La intervención francesa en México y el Segundo Imperio de Maximiliano I (1862-1867)”, Desperta Ferro Ediciones: Archivos de la Historia, (2020): https://www.despertaferro-ediciones.com/2020/intervencion-francesa-mexico-imperio-maximiliano-1862-1867/
[23] “Hilos de Historia: Colección de indumentaria del Museo Nacional de Historia”. Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2015, Consultado octubre 16, 2021 https://www.inah.gob.mx/multimedia/hilos_mnh/moda_porfirismo/modaporfirismo.html
[24] Ibíd.
[25] Aída Hurtado y Norma E. Cantú, MeXicana Fashions: Politics, Self-Adornment, and Identity Construction. (2020): 28
https://ezproxy.uniandes.edu.co:8443/login?url=https://search.ebscohost.com/login.aspx?direct=true&db=e000xww&AN=2268912&lang=es&site=eds-live&scope=site
[26] El término huipil, según Ellen Riojas Clark, profesora de estudios mesoamericanos, es una derivación de la “palabra náhuatl’ huipoopi” que significa blusa. El huipil se puede llevar suelto o metido en una falda.
[27] Hurtado y Cantú, MeXiicana Fashions, 29

Tabla de figuras

1.  Anónimo, Filomena Carrizosa Sarmiento, ca. 1845, óleo sobre tela, 79 x 65 cm, Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU) Bogotá, | Ver más
Juan Cordero, Leonor Rivas Mercado de Torres Adalid, ca. 1860. Óleo sobre tela, 167 x 130 cm, Museo Nacional de Historia, Ciudad de México, | Ver más