Qué es escribir historia: perspectivas a partir de Aby Warburg en el Atlas mnemosyne
Qué es escribir historia: perspectivas a partir de Aby Warburg en el Atlas mnemosyne
Por Eloisa Fagua Lozano
El Atlas mnemosyne 1 fue un proyecto intelectual inconcluso de Aby Warburg (1866-1929) muy distinto a lo que uno podría esperar de un historiador del arte a comienzos del siglo XX. Los elementos que distinguen esta propuesta de otras que podríamos considerar más tradicionales son de la índole del marco teórico y del método utilizados: la noción del tiempo y la forma de presentación o comunicación. Quisiera a continuación desarrollar un análisis historiográfico que desglose los dos criterios anteriores y cómo se configuran en el Atlas con el fin de entender su utilización y poder pensar cómo estos nos plantean nuevas o diferentes formas de escribir historias.
El positivismo decimonónico terminó de consolidar la escritura y el ensayo como la forma fundamental de transmisión de conocimiento. Esta es una herencia que, aunque con bastantes cambios en su concepción, seguimos utilizando hoy en día. Yo escribo un ensayo y leí ensayos para poder completar este trabajo y los autores de estos a su vez también leyeron ensayos para informar y complementar sus investigaciones. Y, aunque Aby Warburg también leyó este tipo de producción textual, no hizo del Atlas mnemosyne uno. La primera indicación de su diferencia la encontramos en su título: es un atlas. Es decir, no es un libro cualquiera, sino es un libro de imágenes que a través de setentainueve paneles con fotografías de distintas expresiones artísticas busca hacer un tipo particular de historia del arte. Es cierto que hay paratextos: el Atlas tiene una introducción que sugiere la envergadura del proyecto intelectual que Warburg imaginaba y algunos paneles contienen títulos que indican algún tipo de unidad que el autor veía. Por ningún lado esto es un ensayo, es un collage de imágenes que constituye no solo la presentación de sus ideas, sino el método mismo.
Pero ¿qué implica este método? Por un lado, tiene que ver con la tradición renacentista del atlas y la cartografía2. Como señalan Cristina Tartás y Rafael Guridi, el proyecto de Warburg es no-sistemático y se aprovecha de lo difuso y lo ambiguo –lo que Georges Didi-Huberman llama fantasmal3 y ellos cartografía abierta– para explorar la supervivencia de las fórmulas de patetismo de la Antigüedad en el Renacimiento4. La falta de paratextos que explique las ideas precisas o conexiones que el historiador del arte alemán ve con respecto a cada uno de los paneles intensifica lo no-sistemático rompiendo con el pensamiento linear y narrativo del ensayo; un collage no puede ser secuencial o causal, es o adireccional o simultáneo5. El Atlas, como explican estos autores, es entonces necesariamente incompleto y un proceso continuo siempre abierto a que se le añadan o quiten elementos de conexión para explorar nuevas ideas6. Esta cartografía abierta desterritorializaría el conocimiento permitiendo las relaciones entre elementos temporales, espaciales y culturales distintos7.
Lo anterior muestra cómo el Atlas mnemosyne no es nada como un ensayo y cómo el conocimiento que produce y transmite también es distinto. El método que Warburg utiliza es un método heurístico que no tiene ni comienzo ni fin fijos. Al estar en expansión continua implica la imposibilidad de concluir. Esto tiene dos efectos. El primero cuestiona, en general, la estructura del conocimiento científico en Occidente que se basa en la extracción de una ley general, es decir, llegar a algún tipo de idea sobre la esencia del sujeto de estudio8. Esto precisamente es la conclusión de un texto; es por esto que podemos tener una declaración de intenciones –la “introducción” del Atlas–, pero no una lista de sus resultados. La simultaneidad –tal vez por su libertad9– crea otro tipo de conocimiento. El segundo efecto tiene que ver con qué es la historia para Warburg y qué nos dice su estudio; esto lo desarrollaré a continuación.
El método y el marco teórico, por otro lado, al estar profundamente imbricados nos sugieren una noción del tiempo muy particular. Mick Finch constata que ese tipo de método tiene la intención de poner en evidencia engramas o impresiones en la memoria cultural10, es decir, relaciona el método con la segunda palabra del título: mnemosyne o la personificación griega de la memoria. La memoria, la historia y la noción del tiempo en el Atlas divergen de las tradiciones decimonónicas positivistas y romanticistas al distanciarse de la sucesión y la cronología como principio rector de la historia. Las fotografías de los paneles ponen en relación imágenes y expresiones artísticas que no podrían ser concebidas bajo una delimitación temporal y espacial tradicionales. Didi-Huberman propone que este método crea una dialéctica en las imágenes que permite un desplazamiento a través de la disciplina y sus fronteras11. Es decir, abre la disciplina a otras como la antropología y el psicoanálisis y crea un tiempo complejo –que relaciona con las heterocronías foucaultianas– que separa el tiempo de la imagen del tiempo de la historia12.
El tiempo complejo propuesto se basa en la memoria y en las supervivencias de las imágenes como eje fundamental de la historia que Warburg teje. En palabras que tal vez nos son más familiares: son como huellas, vestigios o remanencias, incluso reverberancias que “en su base material de imágenes no pretenden ser otra cosa que un inventario de esas formas preexistentes, que exigían del artista, o bien el distanciamiento, o bien la reanimación de esa masa de impresiones doblemente agrupadas”13. El olvido y el recuerdo son protagonistas de esta historia. La cultura –el sujeto de su estudio– se vuelve impura, desafiando el esencialismo, y se vuelve anacrónica, desafiando el evolucionismo14. La historia no es simple ni la simplifica, la complejiza “desorientando la historia”, pues la tradición y la transmisión son de una profundidad abrumadora: lo histórico y lo anacrónico conviven en cómo el Atlas se construye. La capacidad de crear relaciones, de descubrir transposiciones, de crear metáforas que sean los puentes entre múltiples pasados y múltiples presentes.
En resumen, la noción del tiempo warburiana desafía la idea un pasado único y estable del positivismo y de un estado de pureza original del sujeto de estudio del romanticismo, proponiendo una multiplicidad temporal que aflota por medio de las supervivencias de la memoria de las fórmulas de patetismo. Hay un reconocimiento de que en la historia no hay inicios, de que no nos podemos remontar al origen y que este siempre se nos escapará. Es decir, subvierte los dos grandes pilares de la historia: la periodización y la delimitación espacial. No los elimina por completo, pero sí rompe sus barreras. A veces me pregunto si podemos aplicar el método warburiano a sujetos que no sean imágenes: ¿será que hay una supervivencia de este proyecto en las ideas de Jacques Derrida y su deconstrucción de la filosofía Occidental?
La pregunta anterior es particular, pero también quisiera hacerla global: ¿qué historias e historias del arte Warburg nos insta a hacer? Quisiera hablar de dos componentes que me interesan: la forma y el reconocimiento del anacronismo. Como ya expliqué, el método que se utiliza en el Atlas es fundamental para el tipo de conocimiento que produce. En este caso, por su tema de estudio, las imágenes son la materia fundamental, entonces la creación de paneles es consecuente. El elemento clave de esto es la capacidad de crear relaciones, entonces, como varios autores sugieren, los paneles trabajan con el dato y el metadato de las imágenes15, por lo que se podría transponer a nuevos sistemas de análisis computacionales. La intertextualidad y el hipervínculo tendrían el mismo efecto con la escritura, permitiendo un tipo de historia simultánea, sin principio ni fin. Lo anterior es al tiempo emocionante y aterrador: habla de un tipo de historia que apenas se empieza a explorar y que aun debemos crear.
El reconocimiento del anacronismo es una fortaleza y un limitante de este tipo de historia. En principio toda historia es anacrónica por naturaleza: vemos al pasado con ojos del presente. Aun así, es importante cuestionarse los límites de la verdad y la verosimilitud en la historia. Algunas fronteras al anacronismo son necesarias. No podemos transponer sin cuidado nuestra experiencia al pasado porque a su vez eliminamos uno de los grandes valores del estudio de la historia: la empatía con el otro distante y distinto. Además, no podemos permitir que cualquier cosa pase por verdad porque, lo queramos o no, lo que socialmente entendemos como nuestro pasado nos sirve como el campo de experiencias y el horizonte de expectativas de nuestro actuar a futuro. Es decir, la historia tiene efectos políticos en diversos grupos sociales. Negar el Holocausto es animar el antisemitismo, negar la esclavitud es animar el racismo. Lo anterior con la salvaguarda de que el anacronismo no necesariamente lleva al negacionismo.
A su vez, no podemos tampoco negar nuestra profunda conexión con el pasado y el impacto que tiene sobre nosotros. Como Sadiya Hartman dice: “para mí, narrar contra-historias de la esclavitud siempre ha sido inseparable de escribir la historia del presente”16. La presencia del autor o académico en cualquier tipo de investigación histórica es vital. Va más allá del lugar de enunciación, es que nos preguntemos por qué un sujeto o un periodo histórico nos interesa más allá de nuestra justificación académica formal. Es explorar cuál creemos que es la función de la investigación histórica y cómo afecta a la sociedad. Es decir, es una línea a explorar al escribir.
Ahora, ¿qué concluir? La verdad no quiero hacerlo. Una parte de mi quisiera, como describí anteriormente, dejar este ensayo abierto. Pero otra parte de mí, más neurótica, no me deja; el tipo de ensayo que escribí no permite eso, necesita una conclusión. El propósito de este texto era desglosar la propuesta de Aby Warburg en el Atlas mnemosyne a partir de la noción del tiempo y la forma de presentación con el fin de pensar qué posibilidades de escritura de la historia nos presenta. El método y el mundo warburiano me parecen inmensos e increíblemente ricos en posibilidades teóricas para pensar cómo las humanidades y las ciencias sociales se enfrentarán a su futuro. Así como se abren posibilidades, también se abren preguntas y dificultades éticas y disciplinares: ¿qué es y cómo es posible una historia paradójica17? Como la historia, el discurso histórico no hace, siempre vuelve a comenzar. Pero, aun no sé cómo quiero que sea lo que yo escriba.
Bibliografía:
Didi-Huberman, Georges. Atlas ¿Cómo llevar el mundo a cuestas? Madrid: Museo Reina Sofía y TF Editores, 2010.
______________________. “La imagen superviviente: historia del arte y tiempo de los fantasmas según Aby Warburg.” Traducido por Juan Calatrava. Lecturas. Ha. del arte y de la arquitectura. Madrid: Abada Editores, 2009.
Finch, Mick. “Dead and alive: Warburg’s Mnemosyne Atlas”. Journal of visual art practice 15, núm. 2–3 (2016): 286–97. https://doi.org/10.1080/14702029.2016.1231993.
Flusser, Vilem. “Line and Surface Art”. En Writings. Mineapolis: University of Minesota Press, 2002.
Hartman, Saidiya. “Venus in Two Acts”. Small Axe 12, núm. 2 (2008): 1–14.
Tartás Ruiz, Cristina, y Rafael Guridi Garcia. “Cartografías de la memoria. Aby Warburg y el Atlas Mnemosyne”. EGA: revista de expresión gráfica arquitectónica 18, núm. 21 (2013). https://doi.org/10.4995/ega.2013.1536.
Warburg, Aby. Atlas Mnemosyne. Editado por Martin Warnke. Traducido por Joaquín Chamorro Mielke. Madrid: Ediciones Akal, 2010.