El gobierno de Japón otorga distinción a Betsy Forero por su destacada labor en la promoción y difusión de los estudios japoneses en Colombia

El gobierno de Japón otorga distinción a Betsy Forero por su destacada labor en la promoción y difusión de los estudios japoneses en Colombia

El 16 de octubre, en el Centro del Japón, se llevó a cabo la ceremonia de entrega de la distinción otorgada por la Ministra de Relaciones Exteriores de Japón. Este reconocimiento fue entregado a la profesora Betsy Forero, profesora de Historia del Arte en la Facultad de Artes y Humanidades de la Universidad de los Andes, en homenaje a su destacada labor en la promoción y difusión de los estudios japoneses en Colombia. La profesora Forero, quien cuenta con una sólida trayectoria en estudios de cultura visual y estudios de género, ha dedicado su carrera a investigar la cultura japonesa, contribuyendo significativamente a su investigación y enseñanza en el país​

Palabras de Betsy Forero

Quisiera empezar este agradecimiento comentándoles que llevo un par de años pensando mucho en un ensō, que es este. Un ensō se define a veces como el círculo del budismo zen, y se hace en tinta sumi.

Creo que lo he estado pensando por varias razones, y les voy a mencionar 3.

– La primera tiene que ver con que al estar en un Departamento de Historia del arte he tratado de situar y re-situar al ensō, y siento que en el mundo del arte euro-norteamericano-centrado un ensō puede no ser mucho. Quizás nada.

Y me parece injusto pensarlo.

 

Porque luego recuerdo cómo un ensō representa una forma de entender la pintura (y también los procesos de aprendizaje) que va más allá de una única obra, una pieza, una pintura, un producto. Un ensō puede ser una figura, de hecho, muy compleja si se piensa que supone, entre otras, una maestría del cuerpo, de la postura, de la forma y la fuerza con las que se toma el pincel, de la intención con la que se traza con la tinta, de la forma de relacionarse con la hoja, de sentir la respiración, de respirar, de deshacerse del mundo más allá de lo que está al frente y de hacer unos trazos en armonía con el espacio que estos mismos crean. Durante el tiempo que viví en Tokio, me encontraba semanalmente en algún café con Makiko, una amiga japonesa que conocí en la Universidad. Una parte de estos encuentros sucedieron justo cuando Makiko, a manera de preparación para su viaje a Brasil como voluntaria de JICA, la agencia de cooperación japonesa, tomaba clases de caligrafía japonesa, shodō (書道). Recuerdo que encuentro tras encuentro ella llegaba con un manojo de hojas de papel de arroz, que tenían, las primeras veces, una línea horizontal, el número 1 en japonés (一) y luego empezó a aparecer en ellas un ensō o muchos, muchísimos ensō. Makiko se esforzaba mucho y a veces muy orgullosa me mostraba algunos de esos ensō, porque en ellos se notaba que tras meses de esta práctica repetitiva, quizás, yá, estaba empezando, a familiarizarse con la tinta y el trazo, y a tomar bien el pincel. Ella no aspiraba a ser artista, pero pensaba en cómo para ella estos cientos de hojas con líneas horizontales y círculos que guardaba en su casa importaban tanto porque mostraban que ella estaba allí, presente en un proceso, sin mayor anhelo que ese. Al situar un ensō entonces, pienso en las diferentes formas de articular y articularse con el papel, la tinta y el pincel, diferentes formas de sensibilizarse y razonar, y por ello, pienso en la riqueza que implica conocer Japón, su arte, su cultura, su sociedad y con gratitud a la vida siento lo afortunada que he sido en este encuentro.

– La segunda es el vacío. Quienes pensamos Japón desde la imagen sabemos que el vacío es un elemento formal muy significativo. Cuando observamos una pintura, una foto o una película, digamos clásicas, observamos el vacío, no solo la imagen hecha con líneas o trazos, sino los espacios vacíos entre estos. La ausencia del trazo en su relación con este mismo. Un ensō genera un vacío en su interior y exterior, que es necesario para propiciar su propio balance o armonía, o para permitir respirar y sentir a toda persona que observe ese ensō. Pienso en el vacío, en el silencio de la imagen y también, como digo en las clases de cine, en el silencio de la voz, como formas posibles de significación que nos cuesta tanto entender en sociedades como la nuestra. Tengo en la memoria todos los silencios que acompañaron mis cafés con Makiko y con muchos otros amigos en Japón. También recuerdo a mi amiga Soledad, bióloga de Argentina, que hacía su maestría en Tokio y en un par de almuerzos quedó confundida con sus compañeros de laboratorio, cuando ellos le pidieron no seguir hablando, y se me viene a la mente uno de los jurados de mi tesis de doctorado que me recomendó hablar y escribir menos. A mí. Lo de escribir lo entiendo un poco más. Y entonces recuerdo, o he recordado, porque sí se me había olvidado, la importancia del silencio como una forma posible. Una. El vacío de la voz y el vacío en la imagen es lenguaje. En el vacío se construye sentido, es comunicación, diálogo. Es también un fundamento posible de la comprensión y la sensibilización, una forma de sanación. Por último, pienso en la trascendencia de estos vacíos cuando se armonizan con un trazo o con una palabra, como sucede con frecuencia en la cotidianidad de Japón. Y como humana que siente y necesita el vacío, también les agradezco a la vida, a las diosas, al universo, haberme encontrado con Japón.

– La tercera es el círculo que compone al ensō. Muchas veces este círculo no se cierra, pero sugiere en medio de un vacío que los trazos construyen, que puede cerrarse o continuar así el carácter del trazo haya cambiado. He pensado mucho en la circularidad de la vida o de los procesos en paralelo al crecimiento por una coincidencia específica. Mi primera clase sobre Japón fue Literatura clásica japonesa, dictada por Jaime Barrera a finales de los años noventa en un salón del segundo piso de lo que en la Universidad conocemos como el edificio K. A los que no lo conocen les comento que está en la parte de arriba, casi debajo de Monserrate, tal vez en un piso térmico diferente a este, y hace parte del conjunto patrimonial El Campito de San José. Es un edificio de dos pisos, bonito. Hoy y desde que regresamos al campus después de la pandemia, mi oficina está en el edificio K, en el primer piso. En este regreso, cuando fui a la oficina de la asistente de la decanatura, que está en el segundo piso del K, a recoger las llaves, y mientras caminaba sobre un piso de madera que resuena, recordé esa clase y de repente sentí que estaba en el lugar en el que había empezado, aunque de otra manera, y que estaba feliz de estar justo allí. En ese momento se me vino a la mente por primera vez un ensō. Pensaba que quizás estaba completando el primero, y que no iba a llegar a la cantidad de ensō que Makiko llegó a pintar, pero estaba feliz de tener el primero. Un ensō que por partes no logró la armonía entre el trazo y el vacío. Por momentos se perdió buscando ser una obra completa, pero gracias a todas las personas que están aquí y algunas que no pudieron venir se ha mantenido en el proceso, ha logrado estar allí. Gracias a ustedes, porque las personas no nos hacemos solas.

Y así es que hoy recuerdo y agradezco a mi mamá. Ella justo hoy hace 4 años no está. A mi papá que tampoco está ya, o bueno, creo que ambos hoy están por aquí de visita en el Centro del Japón; a Vir que cumple años hoy y a la manada de la tierra y del cielo que han sido un apoyo reconfortante; a mis hermanas, hermano, sobrinas, sobrinos y cuñada; a mis amigas; a les que creemos en ACOJE; a la Universidad de los Andes a través de muchas manifestaciones desde hace más de 20 años, la primera de ellas, Lenguajes y Estudios Socioculturales donde me encontré con Japón y con un sentido crítico; a las profesoras que marcaron mi camino y a mis compañeras de trabajo allí en Lenguajes; a mis amigos de Japón aunque no estén aquí; a las misiones diplomáticas y a la sección cultural de la Embajada de Japón en Colombia; al equipo y a las amistades que han nacido en el Centro del Japón; a la decana y las exdecanas de la Facultad de Artes y Humanidades y a las profesoras y profesores del Departamento de Historia del Arte por creer que el aprendizaje y la investigación de Japón enriquecen la formación de nuestras y nuestros estudiantes, por tener curiosidad, preguntarme, apoyarme y permitirme hacer; a mis estudiantes y exestudiantes y a quienes integran Kōbai porque su curiosidad, sus ganas de conocer y aprender más y de hacer son lo que me tiene hoy aquí, y me motiva a respirar para levantar el pincel, untarlo de tinta y empezar el trazo de un siguiente ensō. Gracias a cada una de las personas que está aquí, a quiénes traté de decirles de forma específica porque era importante su presencia. Señor embajador Masahiro Takasugi y señora Naoko Takasugi, a ustedes muchas gracias por el apoyo siempre. Gracias.

 

Octubre 16 de 2024

Centro del Japón de la Universidad de los Andes, Bogotá