Mesas para señoras (1930): Hopper y las analogías de comida con la soledad y el rol de la mujer estadounidense en los años 30

Mesas para señoras (1930): Hopper y las analogías de comida con la soledad y el rol de la mujer estadounidense en los años 30

Mesas para señoras (1930): Hopper y las analogías de comida con la soledad y el rol de la mujer estadounidense en los años 30

Por Mariana Castañeda

Imagen 1. Edward Hopper, Mesas para señoras, 1930. Óleo sobre lienzo, 122.6 x 153 cm. Museo Metropolitano de Nueva York (No expuesto actualmente)  | Ver más

La obra de Edward Hopper se ha caracterizado por su particular representación de escenas cotidianas en el contexto de la primera mitad tardía del siglo XX en Estados Unidos, en las que la soledad y alienación de las personas en medio de la gran ciudad se exalta. Mas aún, Hopper juega con los colores, la luz, el estoicismo de sus figuras y la aparente indiferencia de todos para generar ambientes en los que la fragilidad de la condición humana se ve expuesta. En el presente ensayo se realizará una revisión de la obra (ver Fig. 1) Mesas para señoras (1930), con el que se sostiene que Hopper genera paralelos entre la simbología de la comida y la situación social y económica de Estados Unidos en los años 30, con el fin de generar un sentimiento de soledad y tristeza atemporal. Para esto, se explicará la manera en la que el artista trae a su obra la comida y el contexto del restaurante como representativos de la intimidad y vulnerabilidad humana. Se realizará a través de un análisis general de los aspectos visuales y los elementos específicos que Hopper utiliza con el objetivo de darle un significado ulterior a su obra.

En primer lugar, la escena presenta la situación al interior de un restaurante de los años 30 en Estados Unidos. No hay un elemento específico que permita identificar el recinto como perteneciente a esta época y momento, sin embargo, Hopper se fía de la cotidianidad de la escena y plasma la identidad del lugar en las personas y en la familiaridad del restaurante. Así mismo, otro de los aspectos más importantes que permite ubicar la escena es la seriedad y ausencia de viveza en la representación de las personas, además de la predominancia de mujeres. Es en este momento que, por los efectos de la Gran Depresión, las mujeres deben integrarse a la vida laboral estadounidense. Tal como lo menciona Schmied, la manera en la que Hopper representa a la sociedad estadounidense es algo elusiva, pero esto demuestra su foco de atención:

La búsqueda de rasgos específicamente estadounidenses no fue una estrategia artística consciente por parte de Hopper. Creo que estaba motivado por […] un interés en la propia condición humana. Y al ser un observador preciso, encontró síntomas de esta condición universal en el mundo específico de su época. Así pues, la calidad americana de los cuadros de Hopper no fue premeditada, y por esa misma razón los inundó tan a fondo que parecen profundamente impregnados de ella [1].

Entrando en detalle, Hopper está indicando que estas Mesas para señoras aluden a la nueva participación de las mujeres en la sociedad debido a la coyuntura social y política, pero este término indica también que si una mujer se encuentra sola en una de las mesas podría tratarse de una prostituta[2]. Así, Hopper no sólo da cuenta de este nuevo rol femenino, sino la perpetua situación en la que espacios públicos se prestan para este tipo de encuentros, de forma discreta pero identificada por todos.

[Figura 2] Detalle de ‘Olga’

Antes de continuar, cabe mencionar que el ambiente creado por el artista tiene un impacto especial en el espectador por su manera de representar al ser humano en su contexto, pero también por su aplicación de color, textura, luz y sombra. Para Hopper, estos elementos son los medios para poder capturar su reacción más íntima ante el crudo caos que veía en la ciudad de Nueva York[3]. El artista utiliza colores vivos y genera fuertes contrastes con el objetivo de que las frutas, la carne y las dos mujeres trabajando sobresalgan al ser los portadores principales del significado. De la misma manera, hace un uso fuerte de la luz y la sombras para resaltar algunas partes de los objetos y que el resto se sumerja en la oscuridad que parece estar de modo ubicuo en el lienzo[4]. Es así también que utiliza las diferentes texturas para hacer distinciones entre materiales y delimitar claramente todos los objetos que pinta, ya que es gracias a estas estrategias que es reconocido como el principal pintor realista de Estados Unidos del siglo XX[5].

[Figura 3] Detalle de la carne cruda

Respecto a las partes específicas que componen la obra, hay cuatro aspectos en los que se centrará la atención: el espacio del restaurante, la comida, el cuerpo de la mujer y la soledad. En primer lugar, el espacio se caracteriza por convertirse en el escenario de un momento íntimo que oculta una realidad sombría para las mujeres; la disposición y presencia de las “mesas para señoras” son indicios del cambio en la manera en que las mujeres se empiezan a mover en la sociedad. Por tanto, con nuevos cambios en las formas de vida, llegan nuevas interacciones que podrían llevar a nuevas formas de sexismo hacia ellas. Aunque las percepciones peyorativas sobre el cuerpo femenino no son algo emergente en 1930, es en este tipo de dinámicas sociales en las que se exalta la idea del cuerpo femenino como un objeto de consumo. Aquí, se hace relevante la relación del espacio con el acto de cosificar el cuerpo de la mujer, ya que, por la simbología de la carne, las mesas y las frutas Hopper encuentra formas de hacerlo evidente. Lo particular es que esta asociación de cuerpo-objeto sucede incluso en los espacios carentes de flujo de tiempo creado por Hopper. La soledad e inquietud son lo que hacen evidente la alineación de la mujer en sus nuevos intentos de integración al mundo patriarcal.

Aunado a esto, la comida expuesta, frutas y carne cruda, es lo que hace este mensaje del cuerpo de la mujer (ver Fig. 2) como objeto de consumo aún más claro, pues es a través de estos que crea el paralelo de la comida y el cuerpo simultáneamente en exhibición en la vitrina hacia la calle[6]. Primero, los bodegones de fruta (ver Fig. 4) son composiciones de objetos que quieren transmitir dos mensajes: abundancia suficiente como para ser expuesta y la vanitas como memento mori y el carácter efímero de lo material. Por un lado, Hopper presenta esa crítica a la idea de una abundancia en el cuerpo de la mujer para ser expuesta con las frutas inmediatamente al frente de ella y, por el otro lado, recuerda la situación de la Gran Depresión en la que están, donde sufrieron una pérdida casi inmediata de sus posesiones personales. Una segunda lectura sobre las frutas y el cuerpo de la mujer se da porque “la fruta, con su atractivo para todos los sentidos, es un símbolo natural de la belleza humana madura”[7], como se ha comprendido desde hace siglos. Respecto a la carne cruda, esta ha tenido diversas simbologías en la historia del arte, pero aquí se asocia específicamente con el placer sexual y los deseos carnales. No resulta gratuito que la figura de la mujer se encuentre justo arriba del plato con la carne (ver Fig. 3), representando un espacio que debe ser dominado[8].

Figura 4. Detalle de las frutas

Lo anterior lleva al análisis del cuerpo de la mujer. Según los registros llevados por la modelo y esposa de Hopper, Jo Nivison, ‘Olga’ es una mesera “voluptuosa” cuyo cuerpo es tan llamativo como las frutas de la vitrina, la cual ha sido ubicada en una pose que se podría considerar sugestiva[9]. Asimismo, la manera en la que muestra parcialmente su escote e insinúa el parecido de sus senos con las frutas se puede relacionar con aquello dicho por Bryson:

La naturaleza muerta lleva todas las marcas de la exclusión y esta nostalgia de doble filo, esta irresoluble ambivalencia que dota al espacio femenino de un poder de tracción lo bastante intenso como para impulsar todo el desarrollo de la naturaleza muerta como género, y que sin embargo al mismo tiempo percibe el espacio femenino como extraño, como un espacio que también amenaza al sujeto masculino en el núcleo de su identidad como varón[10]

Lo expuesto por la cita es algo que Hopper comprende muy bien. Muestra el carácter doble del cuerpo de la mujer en el que está siendo expuesta detrás de esta ventana como lo hace ella misma con las frutas, pero a la vez está siendo enmarcada en la soledad que llegó con los cambios sociales de la Gran Depresión. Esta última descripción lleva al punto final de la soledad. El artista parece crear un espacio atemporal, en el que las figuras están perdidas en sí mismas e interactúan con su mundo de forma estoica y limitada a la mínima cantidad necesaria, que a la vez tiene grandes similitudes con la inquietud generada por el cine negro[11]. Pero, es por esto mismo que logra capturar tan bien la realidad de Estados Unidos en 1920 y 1930, pues muestra la especie de limbo que el cambio de década trajo consigo[12] y la soledad y alienación en la que se quedaron atrapadas las personas: “Hopper representó mucho más que la depresión y la crisis económica de los años treinta. Representó la crisis de un mundo alienado, la soledad de la situación humana en la era moderna”[13]. Es con esta imagen de soledad, alienación y tristeza insertada en el contexto del restaurante con la que Hopper logra alcanzar la vulnerabilidad del espectador, lo que hace que se genere esa misma soledad y tristeza atemporal, aunque quien la observe no se identifique con la sociedad estadounidense de 1930. La estrategia central de Hopper es elegir el momento de comer y el ambiente del restaurante como el instante en el que se baja la guardia y las personas son un poco más vulnerables, ya que cuando la comida se ve afectada por eventualidades de una cotidianidad oscura, las personas simpatizan con aquella persona afectada. Son estos pequeños rituales, como sentarse en la mesa a comer, los que forman la esencia humana, pues es allí donde se puede tener un breve momento íntimo con alguien o consigo mismo en el que la gravedad del mundo no es tan inmediata. Esto último genera aún más compasión si se toma en cuenta el contexto cargado con dolor y dificultades de Estados Unidos en la tercera década del siglo XX. Aunado a esto, con las fuertes analogías que exponen el sexismo por el que debían pasar las mujeres en su integración al mundo laboral la imagen genera cierta incomodidad en el espectador, sin importar el tiempo desde el que se observe.

En conclusión, Hopper logra generar el sentimiento de soledad y tristeza atemporal porque toma la simbología de la comida para exponer y criticar una fuerte situación social para las mujeres, y también porque toma uno de los momentos más preciados – y de mayor vulnerabilidad para las personas – como portal a la sentimentalidad de aquel que siente compasión por quien no puede comer.

Bibliografía

Anfam, David. “Edward Hopper: Madrid and Paris”. The Burlington Magazine 155, No. 1318 (Enero 2013): 53-55.

Bryson, Norman. Volver a mirar: cuatro ensayos sobre la pintura de naturalezas muertas. Madrid: Alianza Editorial, 2005.

Levin, Gail. Edward Hopper. Nueva York: Crown, 1984.

“Mesas para señoras”. Museo Metropolitano de Arte. Consultado el 30 de septiembre de 2022. https://www.metmuseum.org/es/art/collection/search/487695

Schmied, Wieland. Edward Hopper: Portraits of America. Múnich: Prestel, 2011.

Troyen, Carol. “Hopper’s Women”. En  Edward Hopper, 177-294. Boston: MFA Publications, 2007.

Wells, Walter, y Edward Hopper. Silent Theater: The Art of Edward Hopper. Londres: Phaidon Press, 2007.

 

[1] Wieland Schmied, Edward Hopper: Portraits of America (Múnich: Prestel, 2011), 11

[2] “Mesas para señoras”, Museo Metropolitano de Arte, consultado el 30 de septiembre de 2022.

[3] Walter Wells y Edward Hopper, Silent Theater: The Art of Edward Hopper (Londres: Phaidon Press, 2007), 36.

[4] Schmied, Edward Hopper, 36.

[5] Gail Levin, Edward Hopper (Nueva York: Crown, 1984), 5

[6] Carol Troyen, “Hopper’s Women”, en  Edward Hopper, 177-294 (Boston: MFA Publications, 2007), 185

[7] Levin, Edward Hopper, 52.

[8] Troyen, “Hopper’s Women”, 84.

[9] Levin, Edward Hopper, 52

[10] Norman Bryson, Volver a mirar: cuatro ensayos sobre la pintura de naturalezas muertas (Madrid: Alianza Editorial, 2005), 180.

[11] David Anfam, “Edward Hopper: Madrid and Paris”, The Burlington Magazine 155, No. 1318 (Enero 2013), 54.

[12] Schmied, Edward Hopper, 11.

[13] Ibid., 15.